| ¡Buenos días!
Comienza la semana con un aire nuevo, fresco, otoñal. El viento y la lluvia han hecho presencia, y nos traen recuerdos de otros años, de hace poco, de hace mucho, de nuestra infancia.
Con un poco de nostalgia, recordamos aquéllos días de colegio, cuando afrontábamos cada curso nuevo un nuevo reto, un nuevo mundo.
Nuevos compañeros y compañeras, nuevos profesores, nueva clase. A veces incluso nuevo cole.
Aunque era una época a veces complicada, y nos sentíamos asustados, o tristes, o pequeños, siempre encontrábamos la forma de salir adelante.
Poco a poco, empezábamos a soltarnos, por vernos obligados para estar bien, y empezábamos a hacer nuevos amigos, o a retomar juegos con los conocidos. Y todo terminaba saliendo bien.
Es curioso que diga esto, porque yo era de esa clase de niños tímidos, y me costaba mucho hacer amigos, o aún más, que no se burlaran de mí en algún momento.
Conocí a compañeros fantásticos, con los que me sentí acompañado, y otros con los que me sentí excluído, pero todos fueron, tanto como mis profes, grandes maestros.
Ya fuera en el cole, en casa, por las tardes, jugando o en familia, de una forma u otra, la vida se las arreglaba para que fuera creciendo, y siguiera confiando en ella.
A veces me olvidaba, y no entendía nada, y otras aprendía algo y me creía que ya sabía todo lo necesario, así somos las personas en ocasiones.
Y ahora, hoy, miramos por la ventana en una mañana de otoño, y parece que todo es diferente.
Nos hemos hecho mayores, hemos crecido, hemos madurado (o no tanto), y sabemos mucho más sobre la vida...
¿O tal vez no?
En el fondo, si lo piensas, todo sigue igual.
Seguimos siendo niños en un mundo desconocido, a veces tenemos miedo de mostrarnos como somos ante nuestros compañeros y compañeras de aventuras, y a veces aparecen personas que nos ayudan a sentirnos queridos, y otras que nos recuerdan que todavía tememos ser rechazados.
Pero al final, pase lo que pase, la vida se las arregla para que todo salga bien.
Siempre encontramos una salida a los problemas, siempre encontramos una mano amiga que nos ayuda, o esa inspiración que nos devuelve a nuestro verdadero camino.
Porque no hay que dejar de ser niños. De ser inocentes, de seguir inventando nuestros mundos interiores, y luchando con toda nuestra pasión para que se manifiesten fuera.
Puede que si seguimos siendo niños, los cambios intensos que vivimos hoy en día se tornen en simples aventuras que nos despierten a nuestros sueños de juego y diversión.
Puede que la vida sea un maravilloso juego, donde aprendemos todo lo necesario para saber quiénes somos.
Y quizás un buen día nos despertemos, para averiguar que descubrir quiénes somos es la más grande aventura de nuestra vida.
Te deseo una semana maravillosa, llena de plenitud, sabiduría y amor.
Un abrazo,
Manuel |
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