| Buenos días,
Hoy ha amanecido un día triste, así, sin más.
Muchas veces buscamos la forma de expresar que la vida se puede vivir sintiendo las cosas, dejándose ser, y parece que siempre se puede encontrar la manera de ver el lado positivo de las cosas.
Pero otras veces el dolor aparece, y no se puede evitar.
Puede ser un dolor nuevo, de algo que sientes que te está sucediendo ahora mismo, o tal vez no.
Cuando has vivido muchas cosas, es posible que hayas aprendido que el dolor no es la mejor experiencia del ser humano, y tal vez hayas decidido no causar más dolor que el que sea inevitable.
Pero aunque seas una persona con una maestría en evitar el dolor, hay dolores que vienen de muy lejos, de más allá de tu memoria, de mucho más atrás que esta, a veces sencilla, a veces complicada vida.
Y cuando reconoces que ese dolor está ahí, puedes hacer muchas cosas.
Puedes hacer como que no está, y mirar para otro lado, tratando de distraerlo con actividades, con entretenimiento, con drogas, con sexo, con problemas mentales.
O bien puedes darte cuenta que no es nuevo, que ya casi no creas más dolor, pero que ése está ahí, y quiere ser reconocido.
Somos seres estelares, multidimensionales, creadores, eternos.
Pero a veces nos sentimos pequeños, diminutos, solos, abandonados, como si no nos mereciéramos todo el amor del universo.
Pero no es así. Te lo mereces. Te mereces todo el amor del Universo.
Hoy he dejado salir, como otras veces, el dolor de mi alma, y mientras mi aliento exhalaba las emociones largo tiempo bloqueadas, y mi cara expresaba lo que durante mucho tiempo no me había permitido expresar, he preguntado por ese amor al universo: ¿Dónde está?
Y poco a poco, mientras una parte de mí se sentía libre por poder expresarse, mi Ser observaba en silencio la escena, sintiendo los infinitos brazos del amor rodeándome en mi pequeñez.
Y así, desde el silencio, desde lo más profundo, el dolor ha sanado.
Porque a veces no es suficiente con distraer el dolor. A veces, necesitamos comprenderlo, abrazarlo, darle su lugar.
Y cuando permitimos el dolor, deja de gritar llamando a nuestra puerta, y se va por fin en paz.
Al fin y al cabo, el dolor es muy humano, pero también se siente en lo más profundo del alma.
Y aceptar el dolor puede ser el regalo más grande que podemos hacernos para alcanzar la paz.
Te deseo toda la paz y el amor del mundo.
Un abrazo,
Manuel |
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